El volcán “Cumbre Vieja” de Las Palmas, en Canarias, España; las sequías de África Oriental y del Norte Argentino, los incendios en Australia y California; los huracanes en Centroamérica y Estados Unidos, las inundaciones en Europa; las temperaturas extremas y deshielos en los polos, Groenlandia y Siberia; son algunos de los numerosos ejemplos del cambio climático. Sin embargo, ¿será realmente preocupante? ¿Acaso el mundo no estuvo sometido siempre a los desastres naturales y a los avatares del clima?
A fines de agosto de este año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), declararon lo siguiente:
“El cambio climático y los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, han provocado un aumento de las catástrofes naturales en los últimos 50 años impactando de forma desproporcionada en los países más pobres”.
“Según el Atlas de Mortalidad y Pérdidas Económicas por Fenómenos Meteorológicos, Climáticos e Hídricos de los organismos, entre 1970 y 2019, estos peligros naturales representaron el 50% de todos los desastres, el 45% de todas las muertes reportadas y el 74% de todas las pérdidas económicas reportadas.”
“El número de fenómenos meteorológicos, climáticos e hídricos extremos está aumentando y será más frecuente y grave en muchas partes del mundo como consecuencia del cambio climático”, aseguró Petteri Taalas, Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial.
Si bien la preocupación por el clima y la naturaleza a nivel político datan de mediados del siglo XX, fue durante la Primera Cumbre para la Tierra, celebrada en Estocolmo (Suecia), donde ocurrieron los primeros principios del cuidado medioambiental y se habla por primera vez del cambio climático. Desde entonces, año tras año, las voces de alerta fueron creciendo, hasta llegar a la actualidad donde los estudios son mayoritariamente coincidentes en cuanto a la gravedad de la situación que enfrentamos.
Los cambios en la naturaleza y el clima, se expresan en innumerables crisis sociales y económicas: pobreza, migración, hambrunas, desigualdades sociales mayores, nuevas enfermedades, cambios acelerados en las formas de vida, extinción de las especies, entre otras.
En un mundo donde las fronteras son simbólicas, todo lo que pasa en alguna región, tiene repercusiones en el resto. No hay países que se salven, frente a otros que naufraguen; tarde o temprano hay que entender que estamos todos en el mismo barco y que no tiene botes salvavidas.
Ahora, con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, que se llevó adelante en Glasgow, Escocia, del 31 de octubre al 13 de noviembre, a la cual asistieron 25000 delegados de 200 países y casi 120 jefes de estado, se nos presentó una nueva oportunidad para encontrar un camino común de solución.
Las primeras conclusiones indican, que los compromisos asumidos por todas las naciones no fueron ni serán suficientes y que pareciera que no se tiene aún una idea de la verdadera magnitud de lo que puede ocurrir.
Desde la AHRA, nos sumamos a esta preocupación y buscaremos las formas de colaborar para detener los efectos del cambio climático, antes de que sea demasiado tarde.
La humanidad, el mundo en todas sus formas de vida, necesita de nuestro compromiso.