Con casi dos meses de aislamiento social, preventivo y obligatorio, la ansiedad para tratar de entrar a esa “Nueva Normalidad” que se anuncia, pero que nos permitiría recuperar parte de nuestra vida en el exterior de los domicilios, parece inminente. Las calles tienen más movimiento tanto vehicular como de peatones. Agobiados por el encierro en el que conscientemente aceptamos como mejor herramienta para detener una crisis sanitaria que podría haber sido inmanejable, los argentinos, la gente del mundo entero, quiere salir. En toda la urbe, se piensa y planifica como debe ser esa reapertura. El aislamiento no es gratuito, a pesar de perseguir un fin indiscutible que es la protección de la vida humana, porque tiene numerosas consecuencias que pueden agravarse con el paso del tiempo.
Pero quienes tienen la responsabilidad de tomar estas decisiones, deben tener en claro que el país del 20 de marzo es distinto a este de mayo. La conciencia social sobre las medidas de protección tomó alta consideración en la población, si bien siempre existen casos de irresponsables que se ríen de su propia ignorancia y crean pasmosos contagios y muertes. Hoy día, nadie soslaya la importancia de la distancia social, de la higiene de manos y partes en contacto, de informar si presenta sintomatología, entre otras medidas preventivas.
Al mismo tiempo, los lugares de trabajo se están preparando para empezar a producir o prestar servicios. Están proliferando en todo el país las medidas sanitarias bajo nombre como “Protocolos de Higiene” o Protocolos Sanitarios”, que implican medidas mucho más estrictas de control del contagio. Nadie quiere – no debería quererlo – un caso positivo o sospechoso en su empresa, en su obra, en un medio de transporte, porque significaría un posible cierre por tiempo indeterminado o la clausura preventiva de los sectores de trabajo. Sería un duro paso atrás.
Además, así como contamos con el personal de salud como primera línea para enfrentar al virus, también están los especialistas en higiene y seguridad, en su rol de Higienistas, que son los indicados para mantener elevada, bien en alto, la bandera de la prevención.